Su cristal posee no solo conciencia sino nombre. Muchos autores sugieren permanecer mucho tiempo en compañía del cristal y argumentan que una vez se convierte en nuestro amigo nos hará discernir su nombre.
Mi convicción es que el cristal nos conocía y nos buscaba de antemano y por ende ya es nuestro compañero y amigo, de manera que solo basta con preguntarse su nombre y lograra recordarlo como si se hubiera encontrado con un amigo de la infancia que hace mucho no veía y que le fue un poco difícil reconocer. El dicho cita que: “El nombre es poder”, conocer el nombre del cristal ayudara a fortalecer los vínculos espirituales y a facilitar el trabajo mental, emocional, físico o espiritual que se desee compartir con él en pro de la evolución, la trascendencia, la transmutación, o el aprendizaje.
Bendiciones de Luz,
Sylvia